viernes, 11 de julio de 2014

Día del Abogado Militante


PROYECTO DE LEY

Artículo 1°.- Instituyese el 31 de Julio como el "Día del Abogado Militante", en homenaje a Rodolfo Ortega Peña, a 40 años de su asesinato.

Artículo 2°.- Comuníquese, etc.





FUNDAMENTOS


Sra. Presidenta:

Rodolfo Ortega Peña nació en Buenos Aires en 1936. Con apenas 20 años se recibió de abogado, mientras al mismo tiempo estudiaba filosofía y ciencias económicas; también se interesó por la historia y la literatura, y leía en múltiples idiomas. Este brillante joven fue electo Diputado Nacional, en 1973, por el Frente Justicialista de Liberación (FREJULI).

Pero ante todo, Ortega Peña era un intelectual solidario y comprometido, un militante revolucionario, que puso todo su conocimiento y formación al servicio de las causas populares. Comenzó su carrera militante siendo abogado de sindicatos y luego de los presos políticos de la dictadura de Onganía, junto con su amigo, socio y compañero Eduardo Luis Duhalde (recientemente fallecido, ex Secretario de Derechos Humanos de la Nación). Juntos dirigieron también la revista "Militancia", hasta que fuera clausurada por la Dictadura. El encuentro entre ambos se había producido en la CGT cuando llegaron de la mano del abogado Fernando Torres y dieron asesoramiento legal durante el Plan de Lucha que libró la CGT en 1964.

Cuando los dos amigos eran jóvenes abogados de la UOM y salían de un plenario gremial, un auto con hombres armados intentó cortarles el paso y gracias a la pericia de Duhalde, pudieron escapar ilesos. Fue inevitable asociar el frustrado ataque con la publicación, el mes anterior, del primero de varios libros que escribirían en conjunto: “Felipe Vallese: Proceso al sistema”. En el mismo, se anunciaba la metodología de la desaparición forzada de personas, que a partir de los setenta se generalizaría. Es en este libro, editado por la UOM, donde se utiliza por primera vez la palabra “desaparecido”.

Entre 1966 y 1973, durante la mencionada dictadura de Onganía, defendieron juntos infinidad de presos políticos, posicionándose como referentes de la izquierda y el peronismo revolucionario. Así también fundaron, junto con otros/as colegas, la Asociación Gremial de Abogados.

Cuando Ortega Peña asumió como Diputado Nacional redobló su compromiso, poniendo su banca al servicio de los/as trabajadores/as y de los/as perseguidos/as políticos. Es así que cuando asumió tuvo la valentía de jurar su cargo bajo la consigna "La sangre derramada jamás será negociada".

Posteriormente, se separó del bloque justicialista y conformó un bloque unipersonal al que denominó "de Base", con el único fin, como dijo en esa ocasión, "de ser fiel al mandato popular del peronismo, convencido de que primero está la Patria, luego el Movimiento y por último los hombres; por lo que trataré humildemente de colocar esta banca al servicio del pueblo peronista, de los trabajadores oprimidos y de todos aquellos argentinos que quieran ver a una Argentina realmente liberada.". Consecuentemente, era habitual verlo discutir y polemizar en el recinto, sin dejarse tentar por las ofertas económicas con que intentaron callar su voz disidente en varias oportunidades.

El “Pelado”, como también le decían sus allegados/as, tenía una fuerte mirada gramsciana de la historia y los hechos políticos; lo que le permitía leer los procesos sociales, las luchas políticas y los sufrimientos del pueblo con el eje puesto en las masas como sujeto de cambio. Su forma de interpretar y escribir, tendía lazos entre las luchas pasadas y las presentes, dejando vislumbrar también aquellas que vendrían.

Su entrañable amigo, Eduardo Luis Duhalde, sostuvo que "Rodolfo Ortega Peña pertenece a esa generación que hace cuatro décadas -recogiendo los legados históricos- soñó la revolución cultural, política, económica y social como un hecho posible y actuó consecuentemente, convencida de la irrelevancia ingrávida de toda otra tarea que no fuera promover aquel cambio -de acortar los tiempos a una victoria que pensábamos inevitable por el decurso de la historia-, abandonando en muchos casos la tranquila existencia personal (sentida por unos como opacidad triste, y por otros, pese a su éxito biográfico, como una situación de complicidad con un sistema injusto): dispuestos a ofrendar su propia vida si ello resultare una contingencia inevitable".

La noche del 31 de Julio de 1974, a las 22.25 hs, Ortega Peña viajaba en un taxi, que luego se supo formaba parte de la patota que lo asesinó, que lo dejó en la intersección de Carlos Pellegrini y Arenales. Allí fue interceptado por un coche con miembros de la Triple A; bajó de él un hombre con una media en la cabeza y una ametralladora en la mano con la que disparó sobre Rodolfo. Su cuerpo fue atravesado por 15 proyectiles, dejándolo sin vida, y su esposa fue gravemente herida.

Ese día, Duhalde fue a reconocer el cuerpo a la Comisaría Nº 15, diciendo posteriormente: "Nunca me voy a olvidar: allí estaba el comisario Alberto Villar, que festejaba con los demás policías y gritaban ¡qué noche fantástica!"[1].

Desde hacía un tiempo, Ortega Peña era controlado por servicios de inteligencia y parapoliciales -Triple A-, bajo continuos seguimientos que se realizaban a plena luz con el fin de amedrentarlo. Sus amigos le sugirieron que tomara precauciones, que no se mostrara tanto públicamente, que usara un chaleco antibalas, o que se exilara o solicitara custodia; pero el “Pelado” siempre respondía: “la muerte no duele”.

Sin embargo, su muerte dolió y mucho. Principalmente a aquellos/as compañeros/as militantes revolucionarios/as que resistían bajo las banderas de la liberación nacional.  Nunca perteneció a ninguna organización revolucionaria en particular, porque las contenía a todas. Era prenda de unidad del campo popular, que había combatido a las dictaduras con ideas, huelgas, manifestaciones y el ejercicio de su profesión al servicio de las causas justas.

“La sangre derramada no será negociada”, la frase de su juramento, fue escrita con desprolijidad y apuro en la manta ubicada detrás de su féretro, en el primer piso del la Federación Gráfica Bonaerense. Su esposa Elena Villagra, sobreviviente del atentado, junto con sus compañeros/as y amigos/as, dispuso que el velatorio se realizara allí y no en el Congreso (el lugar que correspondía como legislador en ejercicio).

Obreros/as, estudiantes universitarios/as y militantes de las más variadas fuerzas políticas, se reunieron para despedir a Ortega Peña. Había jefes de las organizaciones argentinas, dirigentes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile (MIR) y de los Tupamaros uruguayos.

A la mañana siguiente del velatorio, una movilización acompañó el cuerpo hasta el cementerio de la Chacarita. La composición social del sentido cortejo, era una expresión propia de la época; años en los que la política se hacía en el barrio, en la escuela, en las universidades y en las fábricas. La columna a cuyo frente marchaban los/as abogados/as defensores/as de presos/as políticos/as, junto con otros/as compañeros/as, arrancó su recorrido por Paseo Colón y la única “bandera” fue su juramento como diputado nacional. El cajón que trasladaba su cuerpo, iba custodiado por sus amigos/as más íntimos/as.

Duhalde, que lo conocía como nadie, dio la mejor semblanza en un artículo que escribió en 1998 y tituló “Modelo para armar”; entre otras cosas, allí expresa:

"Rodolfo Ortega Peña es una figura paradigmática de aquellos jóvenes intelectuales de la generación del 60, que vivió el influjo sartreano de la vida como compromiso existencial, desde sus primeros pasos como estudiante hasta el cargo de diputado nacional que ejercía a la hora de su muerte (con su unipersonal Bloque de Base, conformado tras separarse del frente justicialista por el que había sido elegido). El 31 de julio de 1974, cuando los sicarios de la Triple-A comenzaron su cadena de muertes quitándole la vida a los 38 años de edad, sin duda, en su criminalidad, coincidían en el reconocimiento del carácter paradigmático y la proyección de aquel que comenzaba a trascender los propios planos de la militancia para adquirir una dimensión nacional".

"(…) fue antes que nada un humanista, en el más puro sentido ontológico del término. Sus estudios de filosofía, su búsqueda del saber de los saberes, no era otra cosa que la búsqueda del hombre, de todos los hombres. Su primer compromiso era entonces con el destino del ser humano como tal. De este compromiso fundante, nacieron sus quehaceres: la política como servicio a los demás, asumida con el rigor de quien para ejercerla, no consideró suficiente su formación jurídica y filosófica, sino que estudió con igual dedicación las ciencias económicas. Su casi infinita cultura, fue también parte de su aprendizaje para la acción política. Porque sin estas herramientas jamás Rodolfo se hubiera considerado en condiciones de acceder a algo que consideraba absolutamente serio y responsable: la práctica política.".

Actualmente, una organización estudiantil lleva su nombre. La Ortega Peña es una agrupación que destaca y reivindica la actitud de irrupción política de Rodolfo, quien confrontaba tanto hacia afuera como hacia adentro del movimiento de masas peronista, destacando su capacidad de análisis dinámico de los procesos históricos y de la coyuntura política nacional. Así también, la agrupación subraya su visión integradora y superadora de diferentes identidades políticas, en el camino hacia la liberación nacional y social, y el enfoque educativo irreverente y transgresor que demostró como profesor en la facultad de derecho de la UBA[2]. Dicha agrupación propone, año tras año, la declaración del Día del Abogado Militante en homenaje a Ortega Peña. 

Rodolfo luchó fervientemente, convencido de la necesidad de un cambio profundo, que sabía indispensable. Por ello lo mataron. Éste año se cumplen 40 años de su asesinato y están presentes, ahora y siempre, su recuerdo y enseñanzas. Historiador, abogado y militante revolucionario, se constituyó en un modelo de profesional comprometido con la causa nacional.

Por la trascendencia de su pensamiento, por su compromiso con la transformación de la realidad desde la praxis jurídica y política, por su honestidad y su legado, creemos un acto de suma justicia que se instituya el 31 de Julio, el día de su asesinato, como el "Día del Abogado Militante", en homenaje a su persona, a sus amigos/as y compañeros/as de lucha, y a todos/as aquellos/as profesionales que diariamente ponen sus conocimientos al servicio del pueblo y de los/as más vulnerados/as, entendiendo al Derecho como una herramienta trascendental en la transformación de la realidad política-social de una comunidad.      

Es por ello, que por los motivos aquí expuestos, solicito el acompañamiento y la aprobación del presente Proyecto de Ley[3].  








[1] Artículo "La Triple A y el asesinato de Ortega Peña". Diario Página 12. 11/01/2007.
[2] Ver http://agrupacionortegapena.blogspot.com.ar/p/quien-fue-rodolfo-ortega-pena.html
[3] Se agradece la colaboración de las asesoras Isabel Rodríguez, Patricia Gomes y del asesor Mariano Fusero en la elaboración del presente Proyecto de Ley, y los aportes realizados por las/los militantes de la Mesa Nacional por la Igualdad.